Lo de ser una persona flexible, serena y no
planificar o determinar demasiado nada, la vida en realidad, ni predeterminar
nada con demasiada antelación en esa vida que nos ha tocado a cada uno, está
muy bien… muy pero que muy bien.
Esto es lo que yo llamo, manejarse bien en los grises, que viene a ser
lo mismo, pero dicho de una forma más simple y que queda muy bien.
Lo de tomar las cosas con calma, lo de cada
cosa a su tiempo, lo de no precipitarnos, lo de no impacientarnos, lo de no
pre-ocuparnos, lo de no hablar antes de pensar...
...sería lo perfecto.
Pero, ¿existe la perfección? O, mejor dicho ¿nos
gusta/queremos la perfección?
Yo soy extremista, impulsiva, intensa,
pasional e hiperbólica… sobre todo en lo que a sentimientos nos referimos.
Blanco o negro. Las cosas claras y
el chocolate espeso.
Ahí es donde yo me manejo bien, ahí es donde
yo estoy como pez en el agua… pero no en todos los círculos se me entiende o
respeta y se me intenta cambiar. Por lo tanto me plantee que podía no estar del
todo en el camino o las formas correctas para afrontar la vida que he elegido
llevar. Esta es mi naturaleza y así me nace ser. Pero no todo en la vida lo
podemos justificar con un “yo soy así”. Esto tampoco está bien y tenemos que
estar abiertos a los cambios, al crecimiento y al aprendizaje constante. Y como esta naturaleza mía parecía
provocar en mi y en los demás ciertos nervios y ansiedades e incluso parecía
que me podía producir cierta infelicidad, decidir intentar explorar el campo de
los grises.
Debía aprender a tomarme las cosas con más
calma, a vivir la vida de otro modo, y empecé a trabajar en ello… pero me
pregunto ahora, ¿me ha ido bien?
NO
¿Qué es lo que sí y lo que no podemos cambiar
de nosotros mismos? Cuando empecé a investigar en este nuevo campo del gris,
cuando empecé a incorporar nuevas actitudes, cuando intenté llevar a cabo todo
lo que arriba explicaba, me sentí fuerte y motivada, pero eso duró poco. Sentí
que todo era forzado en mi cuerpo y mis sentimientos, sentí que mis acciones no eran naturales,
sentí que jugaba a un juego del que no sabía las reglas y que mi cabeza, mi
parte racional daba órdenes que mi cuerpo no entendía y acataba por obligación.
Esas órdenes hacían que me sintiera cohibida, contenida, que todo empezara a
hervir como herví el agua en una olla, y ¿qué pasa si no bajas el fuego? Que el
agua comienza a salir a borbotones fuera de la olla y provoca chispas al entrar en contacto
con el fuego que tiene debajo. Mi cuerpo hirvió con tanta fuerza que todo se
desbordó, explotó.
Dejé de ser yo misma, perdí mi esencia. Llegó
la ansiedad.
Pero no sé si ser yo misma y mantener mi
esencia está tan bien como suena, no sé, estaba hecha un mar de dudas.
Quiero ser capaz de defender lo que soy aunque
tampoco quiero llegar a defender lo indefendible. Pero sí, quiero defender aquí
que soy de blancos o de negros y que valga la redundancia, no me manejo bien en
los grises. Me gustaría poder encontrar el equilibrio entre estos conceptos, si
es que eso es posible. Y si no, no pasa nada, he de asumir que soy así, no en
el mal sentido de “soy así y es lo que hay”, sin esa connotación tan negativa.
Me refiero a asumirlo por mi misma y no por los demás, a quién irían dirigidas
esas comillas… y no es lo que quiero. No quiero justificarme, quiero
defenderme, como quien defiende un proyecto ante un comité, un proyecto en el que confía. Y no es una defensa para justificar errores, es una defensa desde la confianza que tengo en mí misma. Aquí hago una presentación con palabras, pero será una defensa con actitudes.
Para ello he de aprender a asumir que este es mi carácter, que esta
es mi esencia, que esto es lo que me diferencia de los demás y que este
“defecto” puede incluso llegar a ser atractivo. Voy a explotar este lado
radical, pasional, extremo e hiperbólico, este último adjetivo es el que más me
gusta porque es muy poético.
Lo dicho, asumido está, ahora hay que empezar
a aprender a convivir con ello. A
convivir con esta sensación de cuerpo extraño en la garganta.
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