Todos tenemos unos padres maravillosos.
Todos nuestros padres nos han educado estupendamente.
Todos nuestros padres nos han enseñado valores importantes.
Pero hoy quiero hablar de lo que me han enseñado a mí, mis
padres.
Algo que siempre he
entendido e intentado llevar a cabo. Pero ahora se ha convertido en algo que me
persigue constantemente. Ahora soy capaz de entenderlo de otra forma y lo
considero imprescindible para poder sobrevivir en este mundo y en esta vida.
Ahora, que he sido capaz de madurar en ciertos aspectos de mi vida (en otros
aún estoy verde) soy capaz de entender lo importantísima que es esta frase que
mi madre me ha repetido hasta la saciedad. Y hoy puedo decir que me gustaría
que este valor estuviera presente en todos los seres humanos.
Que necesitamos urgentemente darnos cuenta de esto; mirad que
sencillo:
NO LE
HAGAS A NADIE LO QUE NO TE GUSTARÍA QUE
TE HICIERAN A TI
¿Te ha molestado que esa persona no llegue a tiempo a la
cita?
¿Te ha causado impotencia que no te dejaran expresarte?
¿Has sentido miedo cuando alguien te ha amenazado?
¿Te has sentido frustrado cuando te han fallado?
¿Has querido matar a alguien porque te ha citado y no ha
aparecido sin avisar?
¿Has sentido rabia cuando te han puesto una excusa barata?
¿Has sentido tristeza cuando te han engañado o faltado a la
verdad?
Todos y digo TODOS, tenemos en nuestra mano evitar
situaciones de malestar en los demás si somos capaces de empatizar con nuestros
semejantes. Empatizar no siempre implica que tengamos que simpatizar, pero sí
ser capaces de tenerlos en cuenta. Obviamente, yo nunca podré separarme de mi
yo para ser tú, ni pensar como tú.
Me he dado cuenta últimamente de una situación que se repite
mucho:
Un individuo o
individua, al que la vida le ha dado golpes y le ha enseñado a mirar por sí y a
pensar en sí por encima de todo, para
cuidarse y protegerse, termina derivando todo esto en un comportamiento
egoísta. Pero hemos de buscar un equilibrio.
Si me dieran cinco céntimos cada vez que me han dejado tirada
y luego me han venido con la típica excusa de “es que estoy tan ocupado u
ocupada, que no puedo estar pendiente de otra persona”, ahora mismo no tendría
que trabajar, pues sería rica.
Perfecto, lo valoro y lo tengo en cuenta, pero
esa persona no me ha tenido en cuenta a mí, si no a sí mismo y yo soy parte
implicada en la situación. Yo soy capaz de entenderte y ponerme en tu lugar
pero, tú… tú no me has tenido en cuenta. Tú, llevado o llevada por ese ritmo de
vida tan frenético que a todos nos ha envuelto y que parece que, no somos nadie
si no somos personas ocupadas, nos está pellizcando los valores más básicos y
nos está haciendo daño.
Si yo valoro mi tiempo, he de valorar el tuyo.
Si yo valoro mi espacio, he de valorar el tuyo.
Si yo valoro mis sentimientos, he de valorar los tuyos.
A veces la empatía puede ser un arma de doble filo, es una
virtud que debemos resaltar pero, que puede volverse en nuestra contra si no le
damos su justa medida. Ahí es donde entra la simpatía. La empatía es una
capacidad del ser humano que implica expresar respeto desde el lugar donde se
sitúa la otra persona, simpaticemos o no con ella. Respeto amigos, simplemente
se trata de respeto.
Como dijo la gran Meryl Streep:
“La gran habilidad del ser
humano es que tiene el poder de la empatía, puede sentir una conexión
misteriosa con los demás”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar aquí lo que te salga del flamenco.